18/3/07

El día del rito

William Ospina

EN LAS MESETAS DEL VAUPES

Qué son las canoas sino los árboles cansados de estar quietos.
Qué son los postes de colores sino los árboles hundiendo sus raíces en el cielo.
Qué son los puentes colgantes sino los árboles jugando con el vértigo.
Qué son las alegres fogatas sino los árboles contando su último secreto.

Follaje de las ondas que va quedando atrás con el golpe del remo.
Follaje de sonidos que en torno de los postes enardece al guerrero.
Follaje de invisibles caminos que comienza en el confín del puente.
Follaje de humaredas que ascienden en desorden entre las titilantes orquídeas.

Con granadillo hice el bastón para espantar a los malos espíritus.
Con la madera del caobo hice las cuentas de un collar para tu pecho oscuro.
Con fruto seco del tekiba hice la copa en la que le ofreciste el agua.
Con la madera del laurel hice esta flecha.

José Zuleta

Bocas de Satinga

La selva se desgrana por hilos de arcilla y agua.
En lentas balsas bajan las trozas buscando el mar.
Sobre la balsa que se desliza en la corriente
hay encendida una hoguera,
los leños de mangle están húmedos
y el humo envuelve
las fantasmales formas de los bogas.
En la marmita de peltre se calienta el café,
llueve, llueve el aire...
se respira el agua... la balsa avanza.
Chaquiro, Sajo, Amarillo, Cedro, Tangare,
Comino, Flor Morado y Chanúl.
Tantos años erguidos; como casa de pájaros,
camino de ardillas, trapecio de micos,
sombras de orquídeas,

filtros de luz...
La balsa avanza en un cortejo fúnebre
hacia Bocas de Satinga.



Carlos Fajardo Fajardo

Madre
las voces del exilio me han llamado.

Miro al horizonte.
Viajo en esta barca sin retorno
lleno de vacíos.

Madre
cuelga un ramo verde en la puerta de casa
espanta la muerte.

Viajo hacia el abismo


Federico Díaz-Granados

INUTILIDAD DEL OFICIO
Cuánto se ha sacrificado para escribir estas líneas
cuántos pesares y melancolías
para asumir con dignidad la ruina y el abandono
y sobrevivir a la tragedia.

Y siempre habrá poesía
pero volveremos a las mismas y repetidas palabras
todos los temas están dichos
y habrá que repetir en cada verso
ritmos ya entonados, amores y muertes ya cantados.

Cuánto sacrificio para escribir algunas palabras de basura
cuántos sismos interiores.
Para que no las lean, se burlen o no aplaudan en un recinto.


Jorge Cadavid

DISCURSO DEL PESCADOR
Pescar desde muy alto
un cuerpo de escritura escamada

Las letras componen un cardumen
la lectura ondula los renglones

La palabra ahogada
flota entre dos aguas



Germán Villamizar

Trastornados por los vientos,
los hombres repiten un extraño ritual
y reviven la tertulia de las griegas y el hilo.
Sus lentos recorridos atestiguan
el diario ejercicio de la piedra

y el extraño vaivén del tiempo trunco.

Gonzalo Mallarino Flórez

NO PUEDES VENIR
La luz cayendo entre los árboles
y esos niños mirando la tierra y buscando
con los dedos.

Las ramas sobre las cabezas y los niños mirando
las piedras y las lombrices.

Se encaramaron después en la barda amarilla para
mirar el río y abajo unas mujeres negras lavando.

¿Viste las uñas? ¿Las piernas de ellos?
¿La espalda con pecas?
¿Y unas yemas buscando piojos despacio?

Así para que sepas cuánta luz había y no vengas
oscura. Mira cuánta tórtola
y cuánta hoja había.

Recuerda la tierra entre las uñas de los niños.
Si aún te hace falta mira las rodillas.
Mira que ahora están respirando otra vez los niños
y cae otra hoja.

No puedes venir oscura ahora.
No puedes llegarme hoy.
Si sigo en mi letanía
no puedes ya alcanzarme. Oscura.


Esmir Garcés

Cada paso que damos es mortal. La vejez de todas los casos de cuanto vemos y tocamos, y todo ello, se revela ante los ojos como el temblor del aire. Se adhiere la tarde como una clara pintura sobre los muros, pero algo agoniza en cada paso que damos, en una ciudad donde deambula una piedra, un perro, una hoja. Una daga lanzada desde la muchedumbre viaja a lo largo de la noche. El hilo se rompe y abandona la madeja como los pájaros lo hacen de las ramas, pero la ciudad como un dios inventa sus propias batallas, sus propios verdugos, sus propios heridos.


Aldemar González

GALERÍA DE ESPANTO

¿Y ahora con cuál cárcel huir?
¿Con qué tiempo puntualizar lo propicio?
¿Con cuánta piel nombrar siquiera una desnudez?
¿Con cuál verdad morir?
¿Con cuál país dejar de ser exilio?
¿Con cuánta hambre sanar nuestra despensa?
¿Con qué ausencia mirarnos?
¿Con qué distancia medirnos?
¿Con cuál angustia hacer el nudo en la soga?
¿Con cuál soledad al fin comprender las presencias?
¿Con cuál muerte sabremos responder?